
Cuando emprender en equipo sale caro
Emprender en equipo suele ser una buena idea: compartir esfuerzos, conocimientos y contactos multiplica las posibilidades de éxito.
Sin embargo, cuando se trata de crear una sociedad —especialmente en sectores como la rehabilitación de inmuebles, la consultoría o los servicios profesionales— el entusiasmo inicial puede jugar malas pasadas.
No siempre los conflictos entre socios surgen por falta de entendimiento personal. A veces, el verdadero problema está en un proyecto mal definido desde el principio.
La ilusión no sustituye a la estructura
Es habitual que varios profesionales se unan con una idea atractiva —“montamos una empresa entre todos y repartimos al 50% o al 25%, porque todos vamos a hacer de todo”— sin detenerse a definir qué aporta realmente cada uno: capital, trabajo, conocimiento o red de contactos.
Cuando las aportaciones y responsabilidades no están claras, las participaciones iguales se convierten en una trampa.
Lo que parecía justo al principio termina siendo fuente de conflictos. Las decisiones se bloquean, los esfuerzos se desequilibran y la motivación se resiente.
Las sociedades no fallan por desconfianza, sino por falta de método
Muchos proyectos bienintencionados se estancan antes de empezar, no por mala fe, sino por falta de claridad.
Quien ha trabajado en equipo lo sabe: no todos aportan lo mismo, no todos arriesgan igual y, sobre todo, no todos tienen la misma disponibilidad o visión de futuro.
Por eso, antes de constituir una sociedad, es fundamental aterrizar la idea y plantear las reglas del juego desde el principio:
- Qué se espera de cada socio.
- Qué se aporta y cómo se valora.
- Qué decisiones requieren consenso y cuáles pueden delegarse.
- Qué ocurre si alguien se quiere marchar o deja de implicarse.
A veces, el mejor consejo es no seguir adelante
Hace poco, un cliente vino con la intención de montar una sociedad con varios conocidos para rehabilitar viviendas.
El entusiasmo era evidente, pero los detalles brillaban por su ausencia.
Al advertirle de los riesgos, le recomendé no precipitarse y poner sobre la mesa los temas incómodos antes de firmar nada.
Hace unos días me escribió:
“Gran consejo el que me diste… menos mal que no seguí hacia adelante.”
A veces, el mejor negocio es el que no se llega a firmar.
Porque evitar un mal acuerdo también es una forma de proteger tu patrimonio, tu tiempo y tus relaciones personales.
En resumen
Crear una sociedad no consiste solo en registrar una SL o repartir participaciones.
Consiste en definir un proyecto común, asignar responsabilidades reales y prever los escenarios que nadie quiere pensar el primer día.
Si estás valorando emprender con otros, dedica tiempo a hacerlo bien.
Y si ya tienes un proyecto en marcha, revisa si su estructura aguantaría un desacuerdo serio.
Porque los socios cambian, las circunstancias también… pero una buena planificación jurídica y fiscal permanece.


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